domingo, 24 de febrero de 2019

Negrita

El olor a galletita que hay en esa calle de Barracas me hace acordar a cuánto trabajabas en las fábricas vos. Pero no trabajabas en una de galletitas, por lo que me contaste, trabajabas en la de jabón Federal. Eras chiquita, y cuando te dolía la panza, por el ciclo, no te dejaban ir al baño; te tenías que poner una botella de agua caliente en la panza y seguir trabajando.
En el tren no la pasabas bien tampoco. Muchas veces pensé en eso que me contaste. Y muchas veces me pregunté cómo habría sido realmente eso. Eras chiquita.
En Barracas, ahora, cuando paso de noche, pienso que las luces me hacen acordar a algún lugar en el que nunca estuve. Y miro en la plaza Colombia, a ver si andás por ahí, o te busco en algún café, pero no irías a esos cafés, vos.
Sos como la luz fluorescente de los negocios de service de electricidad, que solo me hacen sentir en casa ni bien entro. No sos como, sos esa luz. 
De eso se trata todo esto, de lo que pienso que sos, pero vos no sos eso. Porque no tendrías idea de qué es todo esto de lo que estoy hablando. No entenderías. Te quedarías mirándome, quizás sonriendo, inocente, como una nena.
Ya antes de que te fueras, iba a buscarte a Parque Patricios, a la calle donde estaba el conventillo donde vivías. Y no estaba ni el conventillo ni ninguna casa, no sé que habría. Habría un negocio. Aunque en realidad no sé si siquiera fui a la dirección correcta. Yo andaba por ahí, te buscaba entre la gente, como si hubiera una doble tuya en cualquier lado. Me enamoraba del barrio, y nada más. Ah, no, sí. Sí había algo más: te llamaba desde un teléfono público y te contaba, y si no estabas te dejaba un mensaje en el contestador, porque siempre estabas pendiente de quien te llamaba.
¿Cuál habrá sido tu sueño?